miércoles, abril 26, 2006

Clown

En medio de las unidades humanas estandarizadas y administradas, el individuo continúa existiendo. Incluso está bajo protección y adquiere el valor de un bien de monopolio. Pero la verdad es que no tiene otra función que la de su propia singularidad, no es más que una pieza de exposición, como los fetos que antaño suscitaban el asombro o la risa de los niños. Como ya no lleva una existencia económicamente independiente, su carácter entra en contradicción con su papel objetivo. Precisamente por mantener esta contradicción vive protegido en un parque natural disfrutando de una ociosa contemplación. En América, a las individualidades importadas – que al ser importadas dejan de ser tales – se los llama colorful personalities. Su temperamento marcadamente impulsivo, sus chispeantes ocurrencias, su “originalidad”, aunque sólo consista en una especial fealdad, y hasta sus galimatías utilizan lo humano como un traje de clown. Como están sometidos al mecanismo universal de la competencia y no pueden amoldarse al mercado ni arreglarse en él sino valiéndose de su fijo modo de ser diferente, se agarran con pasión al privilegio de su yo exagerando sus notas en tal grado que aniquilan completamente lo que son. Astutamente alardean de su ingenuidad, que, como rápidamente adivinan, tanto agrada a quienes dictan las normas. Se venden como corazones cálidos dentro de la frialdad comercial, se ganan la simpatía general por sus gracias agresivas, de las que sus protectores disfrutan masoquísticamente, y ratifican con su burlona falta de dignidad la seria dignidad del pueblo que los acoge. (…) Los que prostituyen su individualidad aceptan de grado, jueces de sí mismos, la condena que la sociedad les ha impuesto. De este modo, justifican objetivamente la injusticia que padecieron

Adorno, Theodor, "Minima moralia".