martes, mayo 02, 2006

Beneficencia

-¡Que locura engendrar hijos– pensaba Des Esseintes-¡Qué decir que los eclesiásticos, que precisamente hacen votos de castidad, han llevado la inconsecuencia hasta el extremo de canonizar a San Vicente de Paúl porque salvaba de la muerte a inocentes criaturas reservándolas para inútiles torturas de la vida!
Como consecuencia de sus aborrecibles preocupaciones, este hombre había aplazado, por muchos años, la muerte de seres desprovistos de inteligencia y de sensibilidad, para que, al llegar a la edad en la que empiezan a razonar y son aptos para sufrir, fueran capaces de descubrir su triste porvenir, esperando y temiendo esa muerte de la que hasta ahora no conocían ni el nombre, y a la que algunos incluso terminarían por apelar, para expresar así su odio contra esta condena de vivir la existencia que él les había impuesto en virtud de un código teológico absurdo.
Y desde la muerte de ese anciano, sus ideas habían prevalecido; los niños abandonados eran recogidos y atendidos, en lugar de dejarles morir suavemente sin que lo notaran; y sin embargo la vida que se les respetaba se hacía cada vez más dura y difícil.¡La sociedad misma, con el pretexto de fomentar la libertad y el progreso, había descubierto también un medio más para agravar la miserable condición del hombre, arrancándole de su hogar, vistiéndole un uniforme ridículo, entregándole armas especialmente peligrosas, y embruteciéndole con un régimen de esclavitud idéntico a aquel del que habían sido liberados, por compasión, los negros; y todo esto para ponerle en condiciones de poder asesinar a su prójimo, sin correr el riesgo de ser condenado al patíbulo, como les ocurre a los criminales ordinarios que actúan por su cuenta y sin uniformes, con armas menos ruidosas y menos certeras!
¡Qué época singular – se decía Des Esseintes- esta que, invocando los intereses de la humanidad, intenta perfeccionar los medios para suprimir el dolor físico, y al mismo tiempo pone un juego toda un serie de estímulos para agravar el dolor moral.

Huysmans, Joris-Karl, “A Contrapelo”.